Rituales corporativos frente al ruido comunicativo en la empresa

Es un hecho que hoy los miembros de cualquier organización se ven asaltados continuamente por infinidad de mensajes corporativos urgentes y prioritarios que reclaman cada uno de ellos y por separado su propio minuto de atención. Y esto ocurre en las redes sociales personales y en los buzones de correo electrónico corporativos.

A este bombardeo seriado, convertido la mayoría de las veces en una suerte de competición informativa entre departamentos, se unen las cientos y cientos de interacciones físicas y digitales que los empleados y la dirección han de resolver cada día antes de caer abrumados. Ese acoso y derribo comunicativo devalúa progresivamente el interés y la calidad de los mensajes de la empresa, lejos de reforzar su conexión emocional con los trabajadores.

La comunicación interna se asemeja así, cada vez más, a eso que Byung-Chul Han describe como “la comunicación sin comunidad”: una sucesión de experiencias, sensaciones y lemas tan espectaculares como huecos, abocados a ser usados y desechados, incapaces de generar verdaderas relaciones humanas.

El ritual corporativo aspira a justamente lo contrario: a crear un proceso narrativo entre los integrantes del equipo, departamento y organización en el que la estructura, la temporalidad, los códigos visuales e incluso el silencio adquieren más sentido que la palabra. La información no necesita ser radiada. Está sobreentendida.

¿Y qué son los rituales corporativos? Son prácticas organizativas destinadas a reforzar el sentido de pertenencia y a desplegar una serie de valores y pautas de acción entre la plantilla. Se diferencian de, por ejemplo, un evento interno de comunicación, en que están dotados de significado y simbología. Son actividades conscientes y estructuradas que se repiten invariablemente en el tiempo y de la misma forma. No se improvisan: mantienen unos códigos, un lenguaje y una puesta en escena siempre idéntica para asegurar su comprensión e impacto.

Como explica el profesor Gómez García, “un rito es como una especie de teatro que representa siempre la misma pieza”.

Las compañías que marcan hoy tendencia han integrado los rituales como parte fundamental de su manera de hacer las cosas. Eso las ha ayudado a conformar entornos y equipos más ágiles, cohesionados e innovadores. También, a crear dinámicas de comunicación interna más eficientes operativamente y más efectivas en el plano emocional.

idealist.org, una de los sitios web más populares de Estados Unidos entre quienes ofertan o buscan oportunidades dentro de la economía social y solidaria, se ha dotado desde sus orígenes de un conjunto de rituales orientados a un objetivo muy claro: alinear el propósito y los principios de la organización con los comportamientos de sus trabajadores y con la mejora misma de sus procesos.

Así, por ejemplo, cuando el equipo de selección tiene una terna final de candidatos para incorporar a su sede en Nueva York, todos los empleados son convocados a una gran sala -de hecho, la cocina- para conocer al aspirante de primera mano. Durante cinco minutos escuchan al “invitado” en una improvisada charla sobre cualquier tema de su elección. Al terminar, cada persona envía su impresión particular.

Según Elena Martín, directora de Programas en Idealist en español, se trata de evaluar si hay conexión emocional entre el candidato y la plantilla. “Parece poco racional pero nunca nos ha fallado. Somos como una pequeña gran familia donde la entrada de un nuevo miembro es un proceso delicado. Y de esta forma, además, ayudamos al equipo de selección a tomar la decisión final y a la organización a fortalecer el sentido de comunidad”.

Una práctica como esta, capaz de simbolizar sin decir, de desacelerar por un momento la inercia productiva para ahondar en el sentido mismo de la empresa, es la que distingue a las organizaciones orientadas a sus personas de aquellas otras orientadas simplemente así mismas.

Es la que devuelve a la comunicación corporativa su función original de vincular, emocionar y concienciar. Saca al empleado de su ensimismamiento cotidiano y digital. Congrega y da protagonismo al grupo. Solemniza el propio hecho de trabajar juntos, en la misma dirección, con valores compartidos y para un mismo propósito emancipador (rentabilidad de la empresa incluida).