Escuela de Negocios FEDA

A veces las personas confían en sus emociones, escuchan opiniones de los demás o una mezcla de ambas. Y esto les hace desear determinados productos o servicios. Primero quieren esto, luego quieren aquello, que consideran que es más adecuado, y, a lo mejor, lo realmente útil para ellos puede ser algo totalmente diferente. Darle sentido a todo esto es el arte de identificar las verdaderas necesidades y expectativas del cliente, y no es una tarea fácil. Las necesidades existen, y generalmente son objetivas, pero las expectativas son anhelos de obtener algo, y son subjetivas. Complicado, ¿verdad? Las expectativas, además, no siguen ninguna norma ni lógica, dependen de cada individuo. Pero expectativas y necesidades están muy interrelacionadas, y esto obliga a conocer la diferencia entre ambas. Es importante que diferenciemos ambos conceptos: qué es una expectativa y qué es una necesidad. 

El presidente de FEDA y el director de Fundación Globalcaja-Albacete dieron la bienvenida a los dieciséis participantes en este Máster, hombres y mujeres de empresas de la provincia

Escuela de Negocios FEDA ha iniciado la 13ª Edición de su programa Máster en Dirección y Administración de Empresas MBA Executive 3.0, con la colaboración de Fundación Globalcaja-Albacete. Un total de dieciséis participantes, hombres y mujeres procedentes de otras tantas empresas de Albacete y provincia, como La Roda, Villarrobledo, Almansa, Villamalea y Casas Ibáñez, se han incorporado a un programa por el que ya han pasado más de 200 profesionales y autónomos de nuestra provincia.

Este artículo está dedicado a aquellos que eran felices realizando un trabajo que dominaban y que, de repente, se encontraron con que tenían que contratar a otros para que lo hicieran por ellos.

De estar cómodamente especializados pasaron, debido a las circunstancias o la ambición, a ser directores de personas.

Es un hecho que hoy los miembros de cualquier organización se ven asaltados continuamente por infinidad de mensajes corporativos urgentes y prioritarios que reclaman cada uno de ellos y por separado su propio minuto de atención. Y esto ocurre en las redes sociales personales y en los buzones de correo electrónico corporativos.

A este bombardeo seriado, convertido la mayoría de las veces en una suerte de competición informativa entre departamentos, se unen las cientos y cientos de interacciones físicas y digitales que los empleados y la dirección han de resolver cada día antes de caer abrumados. Ese acoso y derribo comunicativo devalúa progresivamente el interés y la calidad de los mensajes de la empresa, lejos de reforzar su conexión emocional con los trabajadores.